domingo, julio 27
Dejando una vida atrás: I - Ilusiones de mi infancia.
No sé muy bien cómo empezar esta entrada.
Resulta que al final lo aprobé todo. Luego, hice la PAU (Pruebas de Acceso a la Universidad) y, para el trabajo que me había costado, no saqué una nota de la que pudiese quejarme. Después, eché la preinscripción para la carrera que quiero estudiar, Psicología, a pesar de que está menospreciada y casi todo el mundo se empeña en meterme por un embudo las ideas de que no sirve absolutamente para nada y de que es la peor elección que he podido coger. Por supuesto, no faltan los típicos comentarios respecto a que es muy fácil y que no tiene salidas en el mundo laboral.
Me da igual lo que piensen.
Voy a estudiar esa carrera por vocación, ya me he dado cuenta, porque es ideal para mí, porque la entiendo, porque trata los temas que más me interesan en la vida y sé que podré sacar un gran provecho de ella, sobre todo en la vida diaria, pero también en el mundo profesional una vez que me especialice. ¿Que por qué lo sé? Porque me voy a esforzar tanto y lo voy a hacer con tanta ilusión que es imposible que algo salga mal. Porque por mucho que me caiga, siempre me puedo levantar. Porque en ese aspecto yo soy como Steve Jobs. Y porque estoy demasiado motivada. Porque todo lo que en ella se trata y a lo que concierne se encuentra muy adentro de mí. Lo siento como mío propio.
Así que, en cuanto ví que me habían admitido (puesto 159 de los 197 disponibles) me matriculé.
Para matricularme, tuve que ir a Murcia y visitar mi facultad. Me di una vuelta por ella, y vi la urbanización (y el piso desde fuera) donde voy a vivir el próximo año con 4 amigas más.
Después, volví a casa.
Y, poco a poco, me voy dando cuenta de que dejo atrás toda una vida, 19 años de vida tan difíciles como necesarios, muchas experiencias... y me encamino a una nueva etapa.
Antes, me adentraba en una habitación que tengo y he tenido siempre a modo de santuario donde tenía todas mis más preciadas posesiones, muchas de ellas conseguidas a lo largo de los años y, algunas, con mucho esfuerzo. En esta habitación pensaba, me desahogaba, reía, disfrutaba, lloraba, me explayaba conmigo misma en cientos de papeles repletos de contenidos tan personales como importantes para mí.
Y ahora dejo todo eso atrás.
Y me dispongo a tirar apuntes del instituto, a darme cuenta de que sólo se vendrá conmigo lo que sea realmente parte de mí ahora, y veo de cuánto tengo que deshacerme.
No voy a guardar mucho, porque no tengo buenos recuerdos de casi nada de mi época escolar. Pero las cosas que guardaré, lo haré con mucho cariño.
Así, he encontrado haciendo "limpieza" o, más bien, rebuscando entre los papeles y cacharros acumulados durante años algunas cosas que marcaron mi vida.
Por ejemplo, una de las aficiones que marcó mi infancia fue mi pasión por coleccionar cartas de olor, que guardo con un cariño inmenso y que a veces rescato de su carpeta de Mickey Mouse y me dedido a olerlas y a recordar por qué las ordené de esa manera y no otra, por qué unas están delante y otras detrás, o por qué había algunas que no quería intercambiar bajo ningún concepto. ¡Qué bonito! ¡Qué feliz se es de niño con las cosas pequeñitas!
Una cosa que siempre me ha condicionado mucho ha sido la falta de dinero. Yo me moría de envidia de ver a mis amigas con carpetas que tenían separadores y dibujitos con pegatinas. Como mi premio por portarme bien y hacer los deberes y sacar buenas notas solía ser una pequeña felicitación y alguna cosita baratera de la tienda, cuando tenía 11 años conseguí que me compraran una carpeta donde guardar las cartas de olor que me compraba cada vez que aprobaba un examen. Me compré una con la cara de Mickey que no me gustaba demasiado, pero daba igual, porque tenía un dibujo. Pero como no tenía separadores, me los hice yo con papeles, ya que no podía comprarme otra sólo por eso. Y luego, me dedicaba a otra de mis pasiones: las pegatinas. Todos mis papeles, todo lo que podía, lo llenaba de pegatinas casi de cualquier cosa que llegase a mis manos. Entre ellas, mis favoritas eran las colecciones de Pokémon y Digimon.
Series que marcaron mi infancia fueron, sin duda, Sailor Moon, Pokémon, Digimon y los Rugrats. De la primera aprendí que el amor y la bondad siempre pueden al mal y a la injusticia (todavía hoy lo creo, y más firmemente que antes); de la segunda, que no había que rendirse nunca; de la tercera, que con un poco de suerte, aunque no fuera un dispositivo digital, tarde o temprano llegaría algo a mi vida que la cambiaría para siempre y podría salir airosa de cualquier situación, ser alguien importante (los niños elegidos eran unos auténticos héroes!!), y de la última... bueno, de la última no aprendí nada, simplemente que de la vida diaria se podía hacer una gran aventura, sobretodo si se es un bebé xD
Y antes de que me diese cuenta, ya estaba en secundaria: tenía 12 años, apenas si me había adaptado al ambiente hostil del colegio, en el que apenas pensaba porque mis mundos de fantasía me ayudaban a evadirlo, y de repente me encontraba en un mundo desconocido y, para mí, peligroso, lleno de vicios que no compartía y pensamientos obscenos que no llegaba del todo a comprender.
Y me di cuenta de que tenía que dejar atrás mis álbumes de cromos, mis cartas de olor, mis pegatinas brillantes, los dibujos animados, y tampoco podría ya hablar de mis averiguaciones de aficionada en el campo de la parapsicología, los espíritus y la ufología, de la que me había leído tantos libros y que tantas burlas me había costado, no. Ahora tocaba ser mayor, y no me gustaba el mundo que me había tocado: nada de lo que pegaba conmigo, ninguna de mis aficiones, de mis ilusiones, iba bien ahí. Siempre me había sentido sola en clase. Pero ahora, fuera de la primaria, había muchísimas más personas, y nadie ni nada era para mí. ¿Cómo iba a adaptarme yo a eso? ¿Cómo tenía que hacer para ser una adolescente?
Resulta que al final lo aprobé todo. Luego, hice la PAU (Pruebas de Acceso a la Universidad) y, para el trabajo que me había costado, no saqué una nota de la que pudiese quejarme. Después, eché la preinscripción para la carrera que quiero estudiar, Psicología, a pesar de que está menospreciada y casi todo el mundo se empeña en meterme por un embudo las ideas de que no sirve absolutamente para nada y de que es la peor elección que he podido coger. Por supuesto, no faltan los típicos comentarios respecto a que es muy fácil y que no tiene salidas en el mundo laboral.
Me da igual lo que piensen.
Voy a estudiar esa carrera por vocación, ya me he dado cuenta, porque es ideal para mí, porque la entiendo, porque trata los temas que más me interesan en la vida y sé que podré sacar un gran provecho de ella, sobre todo en la vida diaria, pero también en el mundo profesional una vez que me especialice. ¿Que por qué lo sé? Porque me voy a esforzar tanto y lo voy a hacer con tanta ilusión que es imposible que algo salga mal. Porque por mucho que me caiga, siempre me puedo levantar. Porque en ese aspecto yo soy como Steve Jobs. Y porque estoy demasiado motivada. Porque todo lo que en ella se trata y a lo que concierne se encuentra muy adentro de mí. Lo siento como mío propio.
Así que, en cuanto ví que me habían admitido (puesto 159 de los 197 disponibles) me matriculé.
Para matricularme, tuve que ir a Murcia y visitar mi facultad. Me di una vuelta por ella, y vi la urbanización (y el piso desde fuera) donde voy a vivir el próximo año con 4 amigas más.
Después, volví a casa.
Y, poco a poco, me voy dando cuenta de que dejo atrás toda una vida, 19 años de vida tan difíciles como necesarios, muchas experiencias... y me encamino a una nueva etapa.
Antes, me adentraba en una habitación que tengo y he tenido siempre a modo de santuario donde tenía todas mis más preciadas posesiones, muchas de ellas conseguidas a lo largo de los años y, algunas, con mucho esfuerzo. En esta habitación pensaba, me desahogaba, reía, disfrutaba, lloraba, me explayaba conmigo misma en cientos de papeles repletos de contenidos tan personales como importantes para mí.
Y ahora dejo todo eso atrás.
Y me dispongo a tirar apuntes del instituto, a darme cuenta de que sólo se vendrá conmigo lo que sea realmente parte de mí ahora, y veo de cuánto tengo que deshacerme.
No voy a guardar mucho, porque no tengo buenos recuerdos de casi nada de mi época escolar. Pero las cosas que guardaré, lo haré con mucho cariño.
Así, he encontrado haciendo "limpieza" o, más bien, rebuscando entre los papeles y cacharros acumulados durante años algunas cosas que marcaron mi vida.
Por ejemplo, una de las aficiones que marcó mi infancia fue mi pasión por coleccionar cartas de olor, que guardo con un cariño inmenso y que a veces rescato de su carpeta de Mickey Mouse y me dedido a olerlas y a recordar por qué las ordené de esa manera y no otra, por qué unas están delante y otras detrás, o por qué había algunas que no quería intercambiar bajo ningún concepto. ¡Qué bonito! ¡Qué feliz se es de niño con las cosas pequeñitas!
Una cosa que siempre me ha condicionado mucho ha sido la falta de dinero. Yo me moría de envidia de ver a mis amigas con carpetas que tenían separadores y dibujitos con pegatinas. Como mi premio por portarme bien y hacer los deberes y sacar buenas notas solía ser una pequeña felicitación y alguna cosita baratera de la tienda, cuando tenía 11 años conseguí que me compraran una carpeta donde guardar las cartas de olor que me compraba cada vez que aprobaba un examen. Me compré una con la cara de Mickey que no me gustaba demasiado, pero daba igual, porque tenía un dibujo. Pero como no tenía separadores, me los hice yo con papeles, ya que no podía comprarme otra sólo por eso. Y luego, me dedicaba a otra de mis pasiones: las pegatinas. Todos mis papeles, todo lo que podía, lo llenaba de pegatinas casi de cualquier cosa que llegase a mis manos. Entre ellas, mis favoritas eran las colecciones de Pokémon y Digimon.
Series que marcaron mi infancia fueron, sin duda, Sailor Moon, Pokémon, Digimon y los Rugrats. De la primera aprendí que el amor y la bondad siempre pueden al mal y a la injusticia (todavía hoy lo creo, y más firmemente que antes); de la segunda, que no había que rendirse nunca; de la tercera, que con un poco de suerte, aunque no fuera un dispositivo digital, tarde o temprano llegaría algo a mi vida que la cambiaría para siempre y podría salir airosa de cualquier situación, ser alguien importante (los niños elegidos eran unos auténticos héroes!!), y de la última... bueno, de la última no aprendí nada, simplemente que de la vida diaria se podía hacer una gran aventura, sobretodo si se es un bebé xD
Digimon, los niños elegidos... cuánto soñé con ellos!
Y me di cuenta de que tenía que dejar atrás mis álbumes de cromos, mis cartas de olor, mis pegatinas brillantes, los dibujos animados, y tampoco podría ya hablar de mis averiguaciones de aficionada en el campo de la parapsicología, los espíritus y la ufología, de la que me había leído tantos libros y que tantas burlas me había costado, no. Ahora tocaba ser mayor, y no me gustaba el mundo que me había tocado: nada de lo que pegaba conmigo, ninguna de mis aficiones, de mis ilusiones, iba bien ahí. Siempre me había sentido sola en clase. Pero ahora, fuera de la primaria, había muchísimas más personas, y nadie ni nada era para mí. ¿Cómo iba a adaptarme yo a eso? ¿Cómo tenía que hacer para ser una adolescente?
Más en: Dejando una vida atrás, Días de mi vida, Ente sin sentido
2 pilladísimos han opinado sobre esta chorrada.:
Uff...
asi tiene que pasar.
y nadi nos dijo como tenia que ser y mucho menos cuando.
supongo que la actitud que uno tiene ya de grande es devido a gran parte de las amistades verdaderas ya que vas tomando pokito de kada uno, me supongo yo verdad
yo creo que por eso soy tan callado por que nunca tube amigos, asi callado es mas facil ver como son los demas y estudiar que clases de personas son.
omg ya me ise volas yo solito que me puse a recordar tantas cosas todas las cosas de mi niñez las tengo guardadas en un cajon de madera que hize yo y que algun dia te mostrare, la gran mayoria son cosas de Digimo jajajaaj
mmmm ya se me fue la idea =/ odio cuando pasa eso
Solo Gracias por ayudarme a sobrevivir Gracias de verdad
P.D. En esa imgen no sale Kari ;D que es tu niño favorito si no me ekivoko al menos esa era tu nick en la Digizona ;D se feliz
Hola, Digidavi! Que infancia más inocente tuviste, al parecer. A mí también me pasó lo mismo, pero sobretodo con los pokémon. Como en el colegio de las monjas pasar a la ESO no implica casi nada, pues yo hasta 2º no empecé a tener cambios importantes.
Lo mejor de la infancia son los buenos recuerdos, recordar lo felices que éramos con tan poco. Deberíamos de aprender todos de esos niños tan simples, deberíamos todos quizá ser más niños para ser más felices.
Como dice Zira: Sé feliz.
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