sábado, septiembre 6
Dejando una vida atrás: III - Sociedad estudiantil.
Con el tiempo y las experiencias vamos conociendo a nuevas personas, viviendo nuevas situaciones que nos hacen llegar a formarnos como las personas que somos ahora, las que tienen en su interior la sabiduría y la madurez adquirida por los años, los cambios... por la vida, en definitiva.
...
Mi segundo año en el instituto podría ser pacífico: todo el mundo era un año más mayor (por lo tanto, más maduros) y por el hecho de estar en la secundaria seguro que habría un mejor ambiente en las clases. Así que se puede decir llegué con cierto interés al nuevo curso que se adentraba, pero no por ello con grandes espectativas, aunque sí bastante positivas.
El día de la presentación me encontré de nuevo en una clase donde todos se conocían menos yo. Pero la chica-sombra ya no estaba conmigo. Por fin, la habían cambiado. Me llamó la atención nada más entrar que ciertos compañeros parecían mayores que los demás. Y de repente, me di cuenta de algo: este curso era el curso final del primer ciclo de la secundaria, lo que significaba que se podía repetir el año si suspendías, lo que significaba que estaba con personas de mala vida que no querían estudiar y sólo se dedicarían a hacer la vida imposible a los demás... ya veríamos a ver cómo me las ingeniaba pasa pasar desapercibida.
Llegué y me senté en la parte de atrás. No recuerdo muy bien por qué, pero una chica morena y gordita se sentó a mi lado y me preguntó si conocía a otra que estaba al final del todo. Por supuesto, no xD.
Cuando el nuevo tutor, un tipo al que le faltaba el dedo meñique derecho pasó lista, haciéndose el gracioso y pareciendo que iba a ser el hombre más magnífico del mundo, llegó a ella, la nombró de Madrid. ¡La chica era nueva! Bueno, entonces yo no tenía que preocuparme por mí. Pobrecita, sin conocer a nadie, sola (era la primera vez que veía a alguien ver que se sentaba sólo en clase, a no ser que ese alguien fuera yo) y en un pueblo donde podía ser el blanco perfecto para abusones. Además de bajita como yo, descubrí nada más hablar con ella que era muy simpática, y me autoimpuse la tarea de introducirla en la sociedad del instituto.
Me resultó muy difícil aprenderme los nombres de mis nuevos compañeros. Entre ellos destacaba un chico alto y bastante guapo que estaba repitiendo y que tenía fama de seductor, una chica que siempre iba con él (guau! esto también era nuevo: personas de distinto sexo sentándose juntas sin ser novios!) y con quien hacía muchísimas bromas y otra chica más rubia y delgada que parecía tener muy malas pulgas y a veces se juntaba con ellos.
La otra chica repetidora, la morenita regordeta que se había sentado a mi lado el primer día, a veces hablaba conmigo sobre pequeños temas triviales de los estudios, porque veía que yo siempre estaba atenta y ella no. Sin embargo, y a diferencia de los demás, no trataba de aprovecharse de mí por eso. Conforme la fui conociendo me di cuenta de que no llevaba precisamente la vida que yo deseaba para mí: bebía, fumaba, le encantaba la fiesta, se iba de casa y se juntaba con bandas callejeras a las que yo no me acercaría ni a 100 metros. Sin embargo, parecía ser alguien muy bueno.
A la chica madrileña le ofrecí mi amistad y le presenté a unas chicas a las que había conocido el año anterior pero con quien prácticamente no me hablaba, pues parecían amistosas. En cuanto lo hice se hermanaron en seguida y me di cuenta de cómo con eso había bastado para introducirla en el grupo y yo ya comenzaba a sobrar. Aunque no parecían malas, cuando hablaba nunca me escuchaban o me interrumpían y no prestaban atención o importancia a lo que yo les decía. Sin embargo a veces hablaban de exámenes y decían "emborracharse es malo" en lugar de hablar de tíos buenos, por lo que eran las personas a las que más podía acercarme. Pero ellas no iban conmigo a clase y las veía poco.
Esta madrileña se sentaba conmigo en clase porque no le gustaban nuestros compañeros, le parecían ruidosos. A veces hablábamos un poco, pero yo, que no estaba muy acostumbrada a hablar, no sabía muy bien cómo responderle.
De alguna manera, y no sé muy bien en qué momento, comencé a venirme con estas chicas agradables al instituto, y ya no tenía que hacer el camino yo sola, por lo que me sentía muy orgullosa porque me sentía que había ganado algo muy importante: sentía que tal vez tenía amigas. Me sentí como... más normal, y eso era muy agradable.
...
Pronto la madrileña comenzó a pasar de mí. Comenzó a juntarse con ellas y aquel grupo era exactamente igual si estaba Davinia como si no. Luego se puso enferma y yo no tenía con quien estar en clase, por lo que la morenita gordita que se juntaba con callejeros comenzó a hablar más conmigo. Comenzamos a juntarnos y, aunque me resultaban incómodas sus conversaciones, me gustaba estar con ella porque daba la impresión de interesarse por mí sinceramente.
En este período de tiempo en el que estuve con esta chica sus notas mejoraron considerablemente, comenzó a recibir felicitaciones de los profesores y ella estaba muy contenta. Un día me dijo "me gusta mucho estar contigo porque cuando te veo con los libros y que no hablas me pongo a hacer cosas yo también, y si no no lo hago".
^____^ ¿Alguien imagina lo feliz que me sentí? Por primera vez en mi vida era como si yo valiera, yo tenía una función, yo le hacía bien a alguien, ¡era útil!
Después una desconocida a la que no había visto nunca se metió conmigo en un pasillo: me llamó "empollona" y empezó a decir que por ahí decían ciertas cosas de mí. Para mi sorpresa, mi morenita se le lanzó y le amenazó con volver a meterse conmigo, dejándola callada. No volvió a decirme nada en años.
...
Ese momento fue el más feliz de toda mi vida hasta entonces: por primera vez sentía y SABÍA que tenía una amiga. Una de verdad. La primera de verdad. Era leal, era buena, me quería sinceramente y sin necesidad de finjir ante ella, y descubrí gracias a eso que una persona que se deje llevar por los vicios y sea rebelde no tiene por qué ser una mala persona. Aprendí que son las circunstancias las que tienden a darnos un modo de vida, pero que está en nosotros lo que sentimos y somos de verdad y, sobre todo, que nosotros somos los que tomamos las decisiones.
...Aunque en mi caso no estaba del todo claro: seguía avergonzándome por llevar esa ropa de colorines y dibujos que me compraban y no podía evitarlo. Aunque si podía elegir alguna compra alguna vez, siempre era negro. Cada vez me gustaba más ese color.
En cuanto la madrileña se recuperó de su enfermedad y volvió a clase la morenita dejó de sentarse conmigo y sus notas comenzaron a empeorar.
A lo largo del curso, mis relaciones con los demás compañeros eran malas: se solían reír de mí a la más mínima, a veces hacían comentarios desagradables sobre mi físico de bolita-andante-granuda-cuatroojos-vistefeo (sí, esta palabra me la acabo de inventar, pero era eso). Sin embargo, el tener a la madrileña a mi lado a veces hacía que quisiera quitarme la vergüenza y tratase de hablar, pero mis comentarios siempre terminaban ahogados en un mar de risas acusadoras. El chico alto a veces me hablaba y su amiga se reía y me fastidiaban diciendo que me ponía roja cuando hablaba con él. Yo, que no había hablado nunca con un muchacho, y menos guapo y seductor como él, me moría de vergüenza y no sabía responder a sus comentarios. Sin embargo, y aunque a veces se reían de mí, pude comprobar que no me tenían manía como los demás, es que simplemente les hacía gracia. Lo comprobé cuando en los momentos serios eran capaces de ponerse serios de verdad y apoyarme en lo que fuera necesario. Concretamente, cuando comencé a escribir cartas al director para que pusiera taquillas porque mi espalda se estaba resintiendo mucho de tanto peso y ellos fueron los primeros en apoyarme con toda la profesionalidad necesaria. Mi propuesta, a pesar de que luchamos, fue un fracaso xD.
Cuando la madrileña comenzó a ignorar a las chicas a las que le había presentado, estas se pelearon por otras causas, y comenzaron a hacerme más caso. Parecía como si yo pudiera hablar con ellas y confiasen en mí. No sé qué pudieron ver para pensar eso, pero me encontraba repartiendo mi tiempo para poder ver a las dos que se dedicaban a echarme pestes de la otra y tratar de reunirlas.
Cuando descubrieron la verdad de su malentendido, volvieron a ser amigas y me mostraron su agradecimiento por no haberme puesto de parte de nadie y haber sabido llevar la situación como buena amiga de las dos que era. Lo hicieron invitándome a salir con ellas. Así que comencé a salir a la calle sin ir de la mano de un familiar, lo cual resultaba un tanto extraño, pero muy mayor. Se sentía bien.
En fin, la verdad es que se puede decir que fue un año de adaptación a la sociedad estudiantil en el que conseguí hacer amistades (aunque fuera ayudándolas a hacer las paces entre ellas) y una amiga muy especial: la primera. Me gustaba pensar que era como mi guardaespaldas, jaja, porque me había defendido, pero eso no se lo dije a nadie.
La otra chica repetidora de mala uva también mejoró sus notas en las pocas clases en las que, por obligación, se sentó conmigo. Pero era más difícil tratar con ella, aunque al contrario que a los demás a mi me hablaba con bastante educación y a veces hasta sonreía. Más tarde se tomó un frasco entero de pastillas y luego se escapó de su casa y estuvo desaparecida durante varias noches. Regresó y terminó en un internado, pero no volví a verla nunca.
Como pude seguí manteniendo mis notas aunque flojeaba un poco y el maldito tutor al que le faltaba un dedo resultó ser un asqueroso que se dedicaba a humillar a sus alumnos en clase y que me hizo por primera vez buscar ayuda fuera del recinto. Sí, la chica empollona miss sobresalientes tenía que ir a dar clases extras como los retrasados. Sin embargo, cuando comencé me di cuenta de que es algo muy útil que el refuerzo le viene bien a cualquiera. Aprendí mucho y el hecho de que no seas perfecto en todo no quiere decir que tengas una deficiencia respecto a tus compañeros. Gracias a esas clases aprobé con él.
Sin embargo, y aunque de esto no se enteraba nadie, cuando a este señor le daba por ensañarse conmigo (que era a menudo, ya que hablábamos para que yo hiciera las funciones de los delegados que se dedicaban a rascarse el culo) se pasaba dos horas seguidas metiéndose conmigo y preguntándome problemas que sabía que yo no podía resolver en lugar de explicarme cómo se hacía. Así, un día en el que nadie se rió de mí porque sabían lo que estaba sufriendo con sus insultos, me dijo: "Tú nunca hagas un bachiller de ciencias, porque te va a ir muy mal. No podrás hacerlo jamás. Tú métete a letras, porque no saldrás viva."
Nadie hubiera querido estar en mi lugar aquel día. Sé que hasta mis compañeros lo pasaron mal.
Comencé a tomarle rechazo a ir a clase por culpa de este hombre que me daba matemáticas, y cuando volvía por las tardes a casa solía encerrarme a mi habitación, tirarme en el suelo bocarriba con los brazos extendidos en cruz y tratar de abstraerme, de olvidarme del mundo, como si no existiera, pero como no podía comenzaba a llorar. Lloraba porque estaba triste y porque era una miseria de persona que no sabía hacer nada y que no valía par nada. Al menos en lo que a estudios se refiere, porque había algunas personitas que, como ya he contado, parecía que sí me querían. Pero eso no me ayudaba.
A mis nuevas amigas con las que ya salía y al resto de su grupo les conté mis secretos y les di a conocer mi afición por lo paranormal y la ufología. A veces me preguntaban cosas que no entendían y, dada la fama que cogí por el arreglo del malentendido entre ellas, comenzaron a venir algunas personas a las que conocía poco para que les diera consejo sobre sus problemas personales.
Sí, de repente me encontraba ayudando a personas que a penas conocía sobre cosas en las que yo no tenía ninguna experiencia ni conocimientos, temas como el amor, amistades, discusiones con padre o, incluso, problemas de pura paranoia.
Y era increíble que, sin saber nada de nada, por puro sentido común o intuición, todo lo que les decía les funcionaba y seguían mis instrucciones al pie de la letra, aunque lo que les dijese fuese todo lo contrario de lo que ellos pensasen hacer en un principio. Increíblemente, me convertí en una especie de consejera xD
... pero me seguía sintiendo sola.
No era feliz, a pesar de todo.
No era algo que yo quisiera, pero necesitaba amigos y alguien que me comprendiera y me aceptase como soy.
... pero no parecía sentirme mucho mejor.
Por supuesto, yo seguía escuchando sin que se percatasen demasiado a los más mayores, que hablaban de exámenes y de cosas inteligentes, y no de tías buenas ni de la cilindrada de las motos que tenían o la guapada de móvil que se habían comprado.
¡Por cierto! A mí mis primos me regalaron mi primer móvil ese mismo año, pero nadie se interesaba en darme su número xD
Tal vez el año siguiente fuese mejor. Tal vez me tocase en la clase de estas chicas que parecían inteligentes y buenas, aunque a veces me ignorasen, y tal vez el hecho de estar en un año más me permitiera rodearme de personas que hablasen de algo... de algo distinto.
Por lo menos iba a dejar al maldito cuatro-dedos.
¿Por qué diablos no podía quitarme las gafas y llevar lentillas como todo el mundo?
¿Por qué diablos no podía llevar ropa como a mí me gustaba?
¿Por qué diablos estaba tan gorda?
¿Por qué diablos me costaba tanto llevarme bien con la gente?
¿Por qué diablos no entendía las matemáticas?
¿Por qué diablos tenía tanto acné? ...
¿por qué diablos era tan fea......?
y ¿por qué diablos se reía todo el mundo de mí?
.......
.......
Cada vez me gustaba más estar sola.
PD. Ese año, comencé a ir al gimnasio.
Nota porque sí:
En aquellos momentos había una canción, o más bien, un video, que me hacía soñar que existía algo mejor para mí. Nadie imagina lo importante que ya entonces era para mí el hecho de que alguien me quisiera. Sobretodo, me recordaba a un chico que conocí por Internet y a quien quise mucho... alguien con quien tuve un desengaño.
Sin embargo, este videoclip simboliza mis ilusiones. Creo que, a estas alturas y después de todo lo que he relatado, no es necesario decir por qué. Ahora, simplemente, disfrutadlo.
No sé si lo he dicho alguna vez, pero para mí, las ilusiones, los sueños, son la vida, al igual que el amor, la felicidad... y la lucha por todo ello.
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Mi segundo año en el instituto podría ser pacífico: todo el mundo era un año más mayor (por lo tanto, más maduros) y por el hecho de estar en la secundaria seguro que habría un mejor ambiente en las clases. Así que se puede decir llegué con cierto interés al nuevo curso que se adentraba, pero no por ello con grandes espectativas, aunque sí bastante positivas.
El día de la presentación me encontré de nuevo en una clase donde todos se conocían menos yo. Pero la chica-sombra ya no estaba conmigo. Por fin, la habían cambiado. Me llamó la atención nada más entrar que ciertos compañeros parecían mayores que los demás. Y de repente, me di cuenta de algo: este curso era el curso final del primer ciclo de la secundaria, lo que significaba que se podía repetir el año si suspendías, lo que significaba que estaba con personas de mala vida que no querían estudiar y sólo se dedicarían a hacer la vida imposible a los demás... ya veríamos a ver cómo me las ingeniaba pasa pasar desapercibida.
Llegué y me senté en la parte de atrás. No recuerdo muy bien por qué, pero una chica morena y gordita se sentó a mi lado y me preguntó si conocía a otra que estaba al final del todo. Por supuesto, no xD.
Cuando el nuevo tutor, un tipo al que le faltaba el dedo meñique derecho pasó lista, haciéndose el gracioso y pareciendo que iba a ser el hombre más magnífico del mundo, llegó a ella, la nombró de Madrid. ¡La chica era nueva! Bueno, entonces yo no tenía que preocuparme por mí. Pobrecita, sin conocer a nadie, sola (era la primera vez que veía a alguien ver que se sentaba sólo en clase, a no ser que ese alguien fuera yo) y en un pueblo donde podía ser el blanco perfecto para abusones. Además de bajita como yo, descubrí nada más hablar con ella que era muy simpática, y me autoimpuse la tarea de introducirla en la sociedad del instituto.
Me resultó muy difícil aprenderme los nombres de mis nuevos compañeros. Entre ellos destacaba un chico alto y bastante guapo que estaba repitiendo y que tenía fama de seductor, una chica que siempre iba con él (guau! esto también era nuevo: personas de distinto sexo sentándose juntas sin ser novios!) y con quien hacía muchísimas bromas y otra chica más rubia y delgada que parecía tener muy malas pulgas y a veces se juntaba con ellos.
La otra chica repetidora, la morenita regordeta que se había sentado a mi lado el primer día, a veces hablaba conmigo sobre pequeños temas triviales de los estudios, porque veía que yo siempre estaba atenta y ella no. Sin embargo, y a diferencia de los demás, no trataba de aprovecharse de mí por eso. Conforme la fui conociendo me di cuenta de que no llevaba precisamente la vida que yo deseaba para mí: bebía, fumaba, le encantaba la fiesta, se iba de casa y se juntaba con bandas callejeras a las que yo no me acercaría ni a 100 metros. Sin embargo, parecía ser alguien muy bueno.
A la chica madrileña le ofrecí mi amistad y le presenté a unas chicas a las que había conocido el año anterior pero con quien prácticamente no me hablaba, pues parecían amistosas. En cuanto lo hice se hermanaron en seguida y me di cuenta de cómo con eso había bastado para introducirla en el grupo y yo ya comenzaba a sobrar. Aunque no parecían malas, cuando hablaba nunca me escuchaban o me interrumpían y no prestaban atención o importancia a lo que yo les decía. Sin embargo a veces hablaban de exámenes y decían "emborracharse es malo" en lugar de hablar de tíos buenos, por lo que eran las personas a las que más podía acercarme. Pero ellas no iban conmigo a clase y las veía poco.
Esta madrileña se sentaba conmigo en clase porque no le gustaban nuestros compañeros, le parecían ruidosos. A veces hablábamos un poco, pero yo, que no estaba muy acostumbrada a hablar, no sabía muy bien cómo responderle.
De alguna manera, y no sé muy bien en qué momento, comencé a venirme con estas chicas agradables al instituto, y ya no tenía que hacer el camino yo sola, por lo que me sentía muy orgullosa porque me sentía que había ganado algo muy importante: sentía que tal vez tenía amigas. Me sentí como... más normal, y eso era muy agradable.
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Pronto la madrileña comenzó a pasar de mí. Comenzó a juntarse con ellas y aquel grupo era exactamente igual si estaba Davinia como si no. Luego se puso enferma y yo no tenía con quien estar en clase, por lo que la morenita gordita que se juntaba con callejeros comenzó a hablar más conmigo. Comenzamos a juntarnos y, aunque me resultaban incómodas sus conversaciones, me gustaba estar con ella porque daba la impresión de interesarse por mí sinceramente.
En este período de tiempo en el que estuve con esta chica sus notas mejoraron considerablemente, comenzó a recibir felicitaciones de los profesores y ella estaba muy contenta. Un día me dijo "me gusta mucho estar contigo porque cuando te veo con los libros y que no hablas me pongo a hacer cosas yo también, y si no no lo hago".
^____^ ¿Alguien imagina lo feliz que me sentí? Por primera vez en mi vida era como si yo valiera, yo tenía una función, yo le hacía bien a alguien, ¡era útil!
Después una desconocida a la que no había visto nunca se metió conmigo en un pasillo: me llamó "empollona" y empezó a decir que por ahí decían ciertas cosas de mí. Para mi sorpresa, mi morenita se le lanzó y le amenazó con volver a meterse conmigo, dejándola callada. No volvió a decirme nada en años.
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Ese momento fue el más feliz de toda mi vida hasta entonces: por primera vez sentía y SABÍA que tenía una amiga. Una de verdad. La primera de verdad. Era leal, era buena, me quería sinceramente y sin necesidad de finjir ante ella, y descubrí gracias a eso que una persona que se deje llevar por los vicios y sea rebelde no tiene por qué ser una mala persona. Aprendí que son las circunstancias las que tienden a darnos un modo de vida, pero que está en nosotros lo que sentimos y somos de verdad y, sobre todo, que nosotros somos los que tomamos las decisiones.
...Aunque en mi caso no estaba del todo claro: seguía avergonzándome por llevar esa ropa de colorines y dibujos que me compraban y no podía evitarlo. Aunque si podía elegir alguna compra alguna vez, siempre era negro. Cada vez me gustaba más ese color.
En cuanto la madrileña se recuperó de su enfermedad y volvió a clase la morenita dejó de sentarse conmigo y sus notas comenzaron a empeorar.
A lo largo del curso, mis relaciones con los demás compañeros eran malas: se solían reír de mí a la más mínima, a veces hacían comentarios desagradables sobre mi físico de bolita-andante-granuda-cuatroojos-vistefeo (sí, esta palabra me la acabo de inventar, pero era eso). Sin embargo, el tener a la madrileña a mi lado a veces hacía que quisiera quitarme la vergüenza y tratase de hablar, pero mis comentarios siempre terminaban ahogados en un mar de risas acusadoras. El chico alto a veces me hablaba y su amiga se reía y me fastidiaban diciendo que me ponía roja cuando hablaba con él. Yo, que no había hablado nunca con un muchacho, y menos guapo y seductor como él, me moría de vergüenza y no sabía responder a sus comentarios. Sin embargo, y aunque a veces se reían de mí, pude comprobar que no me tenían manía como los demás, es que simplemente les hacía gracia. Lo comprobé cuando en los momentos serios eran capaces de ponerse serios de verdad y apoyarme en lo que fuera necesario. Concretamente, cuando comencé a escribir cartas al director para que pusiera taquillas porque mi espalda se estaba resintiendo mucho de tanto peso y ellos fueron los primeros en apoyarme con toda la profesionalidad necesaria. Mi propuesta, a pesar de que luchamos, fue un fracaso xD.
Cuando la madrileña comenzó a ignorar a las chicas a las que le había presentado, estas se pelearon por otras causas, y comenzaron a hacerme más caso. Parecía como si yo pudiera hablar con ellas y confiasen en mí. No sé qué pudieron ver para pensar eso, pero me encontraba repartiendo mi tiempo para poder ver a las dos que se dedicaban a echarme pestes de la otra y tratar de reunirlas.
Cuando descubrieron la verdad de su malentendido, volvieron a ser amigas y me mostraron su agradecimiento por no haberme puesto de parte de nadie y haber sabido llevar la situación como buena amiga de las dos que era. Lo hicieron invitándome a salir con ellas. Así que comencé a salir a la calle sin ir de la mano de un familiar, lo cual resultaba un tanto extraño, pero muy mayor. Se sentía bien.
En fin, la verdad es que se puede decir que fue un año de adaptación a la sociedad estudiantil en el que conseguí hacer amistades (aunque fuera ayudándolas a hacer las paces entre ellas) y una amiga muy especial: la primera. Me gustaba pensar que era como mi guardaespaldas, jaja, porque me había defendido, pero eso no se lo dije a nadie.
La otra chica repetidora de mala uva también mejoró sus notas en las pocas clases en las que, por obligación, se sentó conmigo. Pero era más difícil tratar con ella, aunque al contrario que a los demás a mi me hablaba con bastante educación y a veces hasta sonreía. Más tarde se tomó un frasco entero de pastillas y luego se escapó de su casa y estuvo desaparecida durante varias noches. Regresó y terminó en un internado, pero no volví a verla nunca.
Como pude seguí manteniendo mis notas aunque flojeaba un poco y el maldito tutor al que le faltaba un dedo resultó ser un asqueroso que se dedicaba a humillar a sus alumnos en clase y que me hizo por primera vez buscar ayuda fuera del recinto. Sí, la chica empollona miss sobresalientes tenía que ir a dar clases extras como los retrasados. Sin embargo, cuando comencé me di cuenta de que es algo muy útil que el refuerzo le viene bien a cualquiera. Aprendí mucho y el hecho de que no seas perfecto en todo no quiere decir que tengas una deficiencia respecto a tus compañeros. Gracias a esas clases aprobé con él.
Sin embargo, y aunque de esto no se enteraba nadie, cuando a este señor le daba por ensañarse conmigo (que era a menudo, ya que hablábamos para que yo hiciera las funciones de los delegados que se dedicaban a rascarse el culo) se pasaba dos horas seguidas metiéndose conmigo y preguntándome problemas que sabía que yo no podía resolver en lugar de explicarme cómo se hacía. Así, un día en el que nadie se rió de mí porque sabían lo que estaba sufriendo con sus insultos, me dijo: "Tú nunca hagas un bachiller de ciencias, porque te va a ir muy mal. No podrás hacerlo jamás. Tú métete a letras, porque no saldrás viva."
Nadie hubiera querido estar en mi lugar aquel día. Sé que hasta mis compañeros lo pasaron mal.
Comencé a tomarle rechazo a ir a clase por culpa de este hombre que me daba matemáticas, y cuando volvía por las tardes a casa solía encerrarme a mi habitación, tirarme en el suelo bocarriba con los brazos extendidos en cruz y tratar de abstraerme, de olvidarme del mundo, como si no existiera, pero como no podía comenzaba a llorar. Lloraba porque estaba triste y porque era una miseria de persona que no sabía hacer nada y que no valía par nada. Al menos en lo que a estudios se refiere, porque había algunas personitas que, como ya he contado, parecía que sí me querían. Pero eso no me ayudaba.
A mis nuevas amigas con las que ya salía y al resto de su grupo les conté mis secretos y les di a conocer mi afición por lo paranormal y la ufología. A veces me preguntaban cosas que no entendían y, dada la fama que cogí por el arreglo del malentendido entre ellas, comenzaron a venir algunas personas a las que conocía poco para que les diera consejo sobre sus problemas personales.
Sí, de repente me encontraba ayudando a personas que a penas conocía sobre cosas en las que yo no tenía ninguna experiencia ni conocimientos, temas como el amor, amistades, discusiones con padre o, incluso, problemas de pura paranoia.
Y era increíble que, sin saber nada de nada, por puro sentido común o intuición, todo lo que les decía les funcionaba y seguían mis instrucciones al pie de la letra, aunque lo que les dijese fuese todo lo contrario de lo que ellos pensasen hacer en un principio. Increíblemente, me convertí en una especie de consejera xD
... pero me seguía sintiendo sola.
No era feliz, a pesar de todo.
No era algo que yo quisiera, pero necesitaba amigos y alguien que me comprendiera y me aceptase como soy.
... pero no parecía sentirme mucho mejor.
Por supuesto, yo seguía escuchando sin que se percatasen demasiado a los más mayores, que hablaban de exámenes y de cosas inteligentes, y no de tías buenas ni de la cilindrada de las motos que tenían o la guapada de móvil que se habían comprado.
¡Por cierto! A mí mis primos me regalaron mi primer móvil ese mismo año, pero nadie se interesaba en darme su número xD
Tal vez el año siguiente fuese mejor. Tal vez me tocase en la clase de estas chicas que parecían inteligentes y buenas, aunque a veces me ignorasen, y tal vez el hecho de estar en un año más me permitiera rodearme de personas que hablasen de algo... de algo distinto.
Por lo menos iba a dejar al maldito cuatro-dedos.
¿Por qué diablos no podía quitarme las gafas y llevar lentillas como todo el mundo?
¿Por qué diablos no podía llevar ropa como a mí me gustaba?
¿Por qué diablos estaba tan gorda?
¿Por qué diablos me costaba tanto llevarme bien con la gente?
¿Por qué diablos no entendía las matemáticas?
¿Por qué diablos tenía tanto acné? ...
¿por qué diablos era tan fea......?
y ¿por qué diablos se reía todo el mundo de mí?
.......
.......
Cada vez me gustaba más estar sola.
PD. Ese año, comencé a ir al gimnasio.
Nota porque sí:
En aquellos momentos había una canción, o más bien, un video, que me hacía soñar que existía algo mejor para mí. Nadie imagina lo importante que ya entonces era para mí el hecho de que alguien me quisiera. Sobretodo, me recordaba a un chico que conocí por Internet y a quien quise mucho... alguien con quien tuve un desengaño.
Sin embargo, este videoclip simboliza mis ilusiones. Creo que, a estas alturas y después de todo lo que he relatado, no es necesario decir por qué. Ahora, simplemente, disfrutadlo.
No sé si lo he dicho alguna vez, pero para mí, las ilusiones, los sueños, son la vida, al igual que el amor, la felicidad... y la lucha por todo ello.
Más en: Dejando una vida atrás, Días de mi vida, Ente sin sentido
6 pilladísimos han opinado sobre esta chorrada.:
Joooooo... Yo no quiero que lo pases mal... Bueno, es pasado.
El video me ha calado muy ondo.
Jo! Dentro de dos años tendre que empezar mi vida escolar de cero!Creo que lo superare: sonrio, risitas, cara peluche y todo el mundo a mi lado!
PD: es la primera vez que me leo algo tan largo!! Creo que era porque era interesante!
Javi, qué bien que el video te haya calado, porque es precioso y aún hoy me sigo emocionando con él... como ya he dicho, es un símbolo mío: una historia trágica (la caída, muerte?) con mucho fondo y luchas anteriores (lo sucedido antes del momento) que por fin desemboca en algo maravilloso como resultado de todo lo pasado (se van a casar!) =___]
Adryan, a ti la cara pelucha no te ha fallado nunca, eh? jajajaja. Sí, seguro que tú no tendrás esos problemas xD
Muchas gracias por leerlo, la verdad no pensaba que tú fueses a interesarte por mi historia porque es larga xD
Me alegro de que te esté gustando.
Si clickas en donde pone "Dejando una vida atrás" justo bajo el video verás las dos primeras partes, por si quisieras seguirla entera. Oye! Al final no vamos a enlazar? =o
Imba la cancion y el grupo me gusta mucho ;D
pero yo lo interpreto de otra manera =0
VIVA EL REGGETON
Oigan, ¿alguien ha visto una entrada con unas entradas de unas figuritas de death note que recibio cantnoy hace poco? Esque las estoy buscado y no las veo.
. . . . . . Indirecta . . . .
Jajajaja
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