Wow.
Simplemente, wow.

Así es como podría definir en una palabra el enorme cúmulo de sensaciones y sentimientos hasta ahora desconocidos para mí que he sentido estos días: todo ha sido un completo e increíble wow.
Y cómo somos, y cómo cambiamos, y cómo podemos a llegar a ser algo distinto. Tan distinto, que ya no sabes cómo eres realmente. Todo se vuelve demasiado extraño y desconoces cómo hacer para poder asimilarlo.

Me llamo Davinia, y tengo 18 años.
Como todo el mundo, me miro en el espejo, al menos, una vez al día.
Y como muchas personas, suelo encontrar cosas buenas en mi reflejo, y cosas malas.
Por mi carácter demasiado exigente y, a veces, pesimista, suelo ver en mí más cosas malas que buenas.
¿Y cómo era yo antes? ¿Cómo soy realmente ahora? ¿En qué he cambiado? O, tal vez, mucho más acertado: ¿Qué caretas he llegado a tener para no admitir como soy realmente? Tal vez no haya cambiado, tal vez esté saliendo mi interior a la luz... por primera vez.

A ver, empiezo otra vez:
Me llamo Davinia, y tengo 18 años.
No sé quién soy, ni sé qué aspiro a ser, ni sé qué es lo que estoy intentando ser en estos momentos.
No sé, tampoco, si puedo decir que no sé nada de mí, porque no sé hasta qué punto me conozco, no sé cuál es mi papel en el mundo ni sé hasta dónde voy a llegar o si lo cumpliré algún día.
Claro que, a lo mejor, no tengo un papel.
A lo mejor, sólo soy yo:
para mi ilusión, alguien bueno, con valores, a quien vale la pena conocer, por quien se podría luchar, a quien se podría querer...
para las relaciones "profesionales" (vamos, para la gente con la que estudio), a lo mejor soy una matada, que no saca más nota porque no da para más la pobre. A lo mejor, soy alguien que, por su esfuerzo, merece ser recompensada o, a lo mejor, soy alguien que simplemente va a estar ahí para ayudarte con el inglés o con los trabajos de turno. A lo mejor se me valora, o a lo mejor no.
para las amistades,

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Mierda, no puedo escribir.